Con la llegada del Otoño, cambian las mareas, la luz, el color de los árboles y todo nuestro ser, se prepara para una gran transformación; se acerca el invierno, momento de reflexión, de interiorización y resistencia frente al frío.
El equinocio de otoño nos trae la historia de Proserpina y de Ceres, su madre, diosa de los cereales y las cosechas.
Proserpina llevaba una existencia tranquila jugando con sus amigas en los campos de Sicilia, cogiendo flores, que recién habían abierto sus pétalos al sol, cuando fue raptada por Plutón, dios del Inframundo.
Ceres tiene noticia del acontecimiento y se lanza a buscar desesperadamente a su hija, descubre su velo tirado en las cercanías del lago de Siracusa, y gracias a una ninfa sabe, que su raptor es Plutón.
Esta madre desconsolada, monta en un carro tirado por dragones y asciende a los cielos a quejarse a Júpiter; que no ve tan mal esta alianza, pero que se aviene a devolver a Proserpina a su madre, si ésta no ha tomado nada de alimento, desde su llegada al infierno.
Proserpina hambrienta, ha comido algunos granos que se escapaban de una granada. El retorno a la tierra es entonces imposible, Ceres, hecha un mar de lágrimas, insiste frente a Júpiter, y a fuerza de ruegos, consigue que su hija le haga una visita durante unos meses al año
.
Y es ahora en otoño cuando Proserpina vuelve con su marido al inframundo y deja "desconsolada" a su madre la naturaleza, que cambia de vestimenta, perdiendo su hojas y permaneciendo de luto riguroso.
Más que nunca, es en el otoño cuando lucen vibrante todos los colores cálidos: escaramujos, philsalis, moras, y todo tipo de frutos, ramas y hierbas; que pueden dar un toque mágico a las composiciones florales.
En la Kunstkammern, se trata con máximo cuidado, la mezcla de flor artificial de la mejor calidad, con los elementos naturales.
Se trabaja por encargo, buscando lo mejor para ese día: combinaciones de color, tamaños, diademas, coronas de flores, para damitas de honor, para primera comunión, o cualquier tocado, broches y peinetas.
